lunes, 23 de febrero de 2009

Celebremos el Día de Andalucía - 1

El Día de Andalucía se celebra el 28 de febrero y conmemora el referéndum del año 1980, que dio autonomía plena a la comunidad andaluza tras una larga lucha para acceder a través del procedimiento estipulado en el artículo 151 de la constitución para aquellas comunidades que, como la andaluza, no tuvieron oportunidad de refrendar su estatuto durante la Segunda República por el estallido de la Guerra Civil. Como todos sabemos, nos bombardearán estos días los medios de comunicación con noticias "altamente positivas" sobre los andaluces. Creo que habría que ser un poco más humilde y mirar a la historia para comprender qué ha sido Andalucía, especialmente en los dos siglos que constituyen nuestro programa de 2º de Bachillerato; y comprobaríamos que hay dos palabras clave, "jornaleros" y "terratenientes". Aquí os reproduzco algunos textos extraídos de distintas fuentes citadas al final de los mismos. Como podréis comprobar, hay cosas que no cambian. El primer texto es de Azorín y data de 1905:
(LEBRIJA, 1905) “En el capítulo anterior, hemos tratado de bosquejar el fondo; ahora, vamos a apuntar las figuras. Estamos todos reunidos en torno de una mesa anchurosa, en el Casino, metidos en un cuarto cerrado, frente a frente, mano a mano, dispuestos a charlar con espacio [...]
Vamos a ver; yo deseo que ustedes me digan lo que piensan con franqueza sobre esta situación. Pedro considera con rápida mirada a los demás; los demás son Juan, Pepe Luis, Manuel, Ginés y Antonio. Todos van vestidos con sus chaquetillas ceñidas, livianas, sutiles, de blanco lienzo; todos tienen las caras tostadas, escuálidas, fláccidas, con los ojos hundidos; todos se hallan sentados con posturas un poco rígidas, con los sombreros puestos sobre los muslos.
Y Pedro -un viejo de ojos claros, vivos, elocuentes- se ha vuelto hacia mí, ha dado una vuelta entre sus manos a su chapeo, y ha dicho: "Esto, ya lo ve usted, no puede estar peor...". ¿Qué jornal ganan ustedes en tiempos normales en Lebrija?" En tiempos normales -replica Pepe Luis- ganamos tres reales y una telera de pan". ¿Una telera de pan? -pregunto yo-. ¿Qué es una telera? "Una telera -dice Manuel- son tres libras" [...].“Y entonces -digo yo-, ¿cuánto creen ustedes que debe ser el jornal mínimo diario? [...]. ¿Quieren ustedes que hagamos la cuenta por la menuda de lo que ustedes necesitan para comer?[…]
Supongamos que la familia de usted, Pedro, se compone de usted, de su mujer y de tres chicos. "¡Esa es la familia que tengo precisamente!", exclama Pedro. En ese caso -replico yo-, no tenemos que imaginar nada. Usted, Pedro, necesita pan. ¿Cuánto pan necesita usted todos los días? "Necesitaré tres kilos. ¿Le parece a usted mucho?" [...]. Aceite, ¿cuánto? "Dos panillas, o sea un real". Habichuelas, ¿cuántas? "Un kilo, que cuesta treinta y seis céntimos" [...]. ¿Carne? Pedro se detuvo un momento; Juan, Pepe Luis, Manuel, Ginés y Antonio sonríen: "Carne -dice al fin lentamente Pedro-, carne no la probamo". ¿Vino? Se hace un nuevo silencio y surgen nuevas sonrisas. "Vino -dice Pepe Luis-, de catre meses, un vasillo”.
Pues pasemos al alquiler de la casa. "Los alquileres suben a catorce, dieciséis y dieciocho reales mensuales" [...]. ¿Qué gastan ustedes en ropa? "Ya lo está usté viendo" [...]. Y bien: si usted gana tres reales de jornal y necesitan, tirando por lo bajo, nueve reales y veinticuatro céntimos, ¿qué hemos de hacer? [...]. Y de pronto este Antonio, que ha permanecido callado durante toda la conferencia, ha levantado la cabeza y ha comenzado a hablar [...]. "En Lebrija -ha dicho Antonio- existen grandes extensiones de terrenos incultos; esos terrenos son los que creemos nosotros que el Estado debe expropiar [...]. Hoy hay en el pueblo pequeñas parcelas de tierra arrendadas a los labriegos; pero estos arrendamientos no sirven sino para enriquecer a los intermediarios [...]. Los propietarios van arrendando sus tierras a unos pocos acaparadores, que, a su vez, las subarriendan a los pequeños terratenientes” […]
Y esto que ustedes me dicen a mí ahora -resumo yo-, ¿lo han pedido ustedes alguna vez en público? "¡Mil veces, mil veces!", gritan todos. Y Antonio, más vehemente, más exaltado: "Cuando pedimos esto [...] se nos mandan cuarenta o cincuenta guardias civiles [...] se nos enseñan los cañones de los fusiles, y con eso creen haber cumplido su misión ante la sociedad los ministros”. Y luego con voz más queda, más tranquila: “Nosotros estamos ya cansados” […]
José Martínez Ruiz, Azorín, en La Andalucía trágica, título que engloba los artículos publicados en “El Imparcial” y recogidos en “Los Pueblos” hace casi un siglo.

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