martes, 30 de diciembre de 2008

Domingo, 28 de diciembre de 2008, día de los inocentes


El pasado domingo meditaba con unos amigos en el Café Gijón de Madrid (que aparece en la foto) a eso de las cinco de la tarde. Lo primero que se me vino a la cabeza, como siempre, es la atmósfera sugerente que debió ser el ambiente de las cafeterías madrileñas de antes de la guerra en las que nuestro Antonio Machado, Valle Inclán, Gregorio Marañón, Ortega y Gasset y tantos y tantos charlarían en interminables sobremesas sobre los parabienes y paramales de este país nuestro llamado España.
No era éste ni un día ni una tarde cualquiera. Había hecho todo lo posible por evitar la plaza de Colón, repleta de millones de españoles aplaudiendo a Rouco Varela en su apología de la familia tradicional, la única verdadera. La mañana me había llevado a una exposición friki en el Canal de Isabel II, el almuerzo al Musashi y la sobremesa prometía ser interesante, tanto por la compañía como por la labia que se suelta en estos templos de la sabiduría.
Hastiados ya de tanto oir y escuchar de los valores fundamentales de la familia según la Iglesia católica, le recordaba a mis contertulios que el polvorín palestino había vuelto a estallar. Las fotografías del periódico eran espeluznantes: cabezas partidas, sangre a borbotones... Y me vino a la cabeza que tanto hablar de determinados temas acaba vulgarizándolos. Vamos, como si fueran algo tan habitual que no les prestamos atención. Cuando algunos reclaman esos derechos a formar familias, a tener todos los "hijos que Dios quiera", no estaría de más que nos centraramos en reclamar el derecho fundamental que tantas veces se quitó a los españoles durante la Dictadura franquista, una de las más duras y duraderas del pasado siglo XX, y que tan poco valor tiene en tantas y tantas partes del mundo, que no es otro que el derecho a la vida. No vamos a ser tan simplistas al pensar que palestinos y judíos se matan mutuamente por cuestiones religiosas en la cuna de Dios; que hutus y tutsis se asesinan por ser de otra tribu en la mina del coltán; que a las mujeres se las mata por ser débiles en Ciudad Juárez; que a los iraquíes se les asesinó por ser fieles seguidores de Sadam Hussein en la tierra del petróleo; que tantos y tantos hombres y mujeres mueran en las selvas del mundo buscando un subsistir bajo la mirada atenta y ávida de las grandes multinacionales del primer mundo; que tantos africanos se juegan la vida para pasar los 14 kilómetros del estrecho en busca de El Dorado, que se transforma en el negro de su piel bajo la explotación de empresarios sin escrúpulos... El derecho a la vida es un derecho inalienable que todos deberíamos tener sin temor alguno a que se nos pudiera quitar en un momento. Somos muy afortunados en este mundo rico y capitalista en el que lo tenemos todo, pero, en estas fechas en las que parece que todo el mundo tiene que ser bueno tapándose los ojos ante la cruda realidad que le rodea, no estaría de más que en vez de tanto mirar nos dedicaramos a actuar en la medida que podamos. Piensa globalmente y actúa localmente. Una vida vale más que toda una larga noche de fiesta de nochevieja y, no lo dudéis, es mucho más placentero. Pasad buenas vacaciones y pensad un "poquito" en todos aquellos que no tienen la suerte de ser y estar como nosotros. Salud.

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